De lutieres y brujería

Lo cierto es que, después de treinta años tocando la guitarra, siete de ellos (los primeros) tocando la guitarra española en el conservatorio y un buen puñado de años tocando la guitarra eléctrica como un mono de feria, sin preocuparme lo más mínimo por estudiar o entender la fundamentación teórica de lo que hacía, puedo decir que he conocido a una considerable cantidad de personas que se hacen llamar «lutieres» (algunos prefieren la h intercalada: «luthieres«).

Según la RAE, «lutier» proviene de la adaptación gráfica de la voz francesa «luthier«, y significa «artesano que construye instrumentos musicales de cuerda«.

A priori, podríamos pensar que estos artesanos se forman de la misma manera que lo han hecho todo tipo de oficios con esta denominación: afinadores, curtidores de pieles, bisuteros, confiteros, costureros, destiladores, electricistas, herreros, panaderos, carpinteros, mecánicos, ebanistas, marmoleros, pintores, plomeros… y un largo etcétera; pues, según algunos conocidos lutieres españoles, nada más lejos de la realidad.

Es bien cierto que, en muchos casos, en España, la formación profesional ha reglado una formación artesana que antiguamente se focalizaba en una jerarquía simple en torno al aprendiz, el oficial o trabajador y el instructor o maestro.

A grandes rasgos, el aprendiz era la persona que ingresaba a un taller artesanal para aprender el oficio y trabajaba al cargo o bajo la orientación de otra persona que se desempeña como maestro o instructor dentro del taller. De esta manera, el aprendiz se instruía y aprendía el oficio viendo a otra persona que ya tiene un dominio del mismo, y lo desempeña de manera apropiada. En general, los aprendices no recibían remuneración alguna, puesto que estaban disfrutando de una formación gratuita que, posteriormente, les permitiría llevar a cabo un trabajo remunerado.

El oficial o el trabajador era (y sigue siendo) la persona que desempeñaba la labor artesanal en el taller. Esto implica una remuneración salarial y cierto dominio del oficio. Es decir, el trabajador tiene la habilidad, tanto técnica como manual, para confeccionar productos artesanales, pero no es el que crea el diseño o lo origina, sino el que reproduce modelos ya establecidos. En cualquier caso, hablamos de personas muy diestras en el oficio que desempeñan (un claro ejemplo, dentro del mundo de las guitarras, son los trabajadores de las plantas de fabricación de Gibson o Fender). Una de las claves de su trabajo es ir repitiendo y perfeccionando sus cualidades como artesanos.

Por último, el instructor o maestro recibe ese nombre porque es la persona que tiene pleno conocimiento del trabajo artesanal que se desarrolla. Los maestros artesanos destacan en aspectos como la originalidad y la creatividad a la hora de crear diseños, así como en la aplicación de técnicas sobre el producto artesanal. La experiencia, capacidad y preparación le permiten poder enseñar a otros, tanto en lo que tiene que ver con aspectos teóricos como prácticos. En la vida real, los maestros suelen dedicar su tiempo a enseñar (y también suelen ser los propietarios de los talleres artesanales).

Pues bien, como decíamos, la formación profesional española (y en la mayoría de países occidentales, las formaciones regladas correspondientes) ha ocupado el lugar del maestro en muchos oficios de carácter artesanal, pero no es el caso de la lutería.

Es curioso que, a lo largo de los años, me haya ido encontrando con todo tipo de lutieres, unos más capaces que otros, más perfeccionistas o, simplemente, más dedicados que otros, y que, de cuando en cuando, siempre aparezca uno que habla de su trabajo como si fuera ingeniero aeronáutico o, peor aún, como si hubiera adquirido sus conocimientos a través de enseñanzas extremadamente difíciles de alcanzar por el resto de los mortales.

En primer lugar, quiero dejar claro el respeto que tengo hacia los artesanos de las guitarras. A lo largo de mi vida como guitarrista aficionado, he tenido la suerte de tener entre mis manos todo tipo de ejemplares, propios y ajenos. Fui orgulloso poseedor de una Alhambra 6P durante mis últimos años de conservatorio, y he tenido la suerte de tener todo tipo de modelos de guitarras eléctricas. Valoro muchísimo un buen trabajo de fabricación y de ajuste; pero vamos a llamarle a las cosas por su nombre: los lutieres son artesanos de la guitarra, no doctores en física cuántica.

Claro que hay mucho chapuzas por ahí dándoselas de lutier, pero ese ya es otro tema. Vamos a referirnos a aquellos lutieres que llevan una considerable cantidad de años en el oficio.

Luego también están unos pocos artesanos que se convierten en artistas y crean piezas únicas, de una calidad sublime… e, igualmente, debemos seguir teniendo presente que estamos ante un pedazo de madera muy bien trabajado (teniendo en cuenta cuestiones electrónicas y físicas básicas).

El último lutier de ego desmedido con el que me he encontrado (que, por supuesto, no voy a mentar) me hablaba de otro lutier de la zona, con el que tengo una relación cordial y me ha hecho varios trabajos satisfactorios, tachándolo de ladrón, mentiroso, carnicero… y un largo etcétera de cumplidos que no voy a reproducir.

Sin embargo, lo que más me chirrió fue su empeño constante en desacreditar a su compañero de profesión a través del «no ha estudiado nada».

Recuerdo la guerra que tuvimos durante años los periodistas con el intrusismo laboral, y cómo muchos de nosotros acabamos por tirar la toalla y desentendernos de este tipo de frustraciones (aquellos que quieren contratar a personas que no han estudiado periodismo para ejercer la profesión, están en todo su derecho… y deben atenerse a las consecuencias de calidad que esto conlleva para el medio en cuestión). Pero, ¿qué es exactamente lo que tiene que estudiar un lutier para que se le pueda considerar un verdadero artesano de la guitarra?

Pues, la verdad, ni puta idea, porque en España no hay estudios públicos reglados de ningún tipo. Sí hay algunos centros privados que ofrecen estudios de lutería, pero ese es otro tema al que dedicar un artículo.

Según el susodicho, él, para formarse, viajó por todo el mundo y se especializó en «lutería americana»… ojo al dato, amigos, que ahora hay que pasearse por diferentes países para poder hacer lutería de guitarras eléctricas, y, además, especializarse.

Qué sarta de estupideces, de verdad.

Yo acababa de conocer al tipo y no salía de mi asombro.

Y no paraba, oye.

Luego se puso a hablar del señor Frasco Despelothier y de las masacres guitarriles que, supuestamente, hace; y de ahí a criticar a saco al foro de guitarristas.info, donde, curiosamente, algunos usuarios criticaban también mucho a Frasco, pese a que el hombre siempre se tomó mucho tiempo para explicar cosas y ayudar a la gente…

Y el tipo seguía, y me preguntaba que cómo podía yo dedicarle tiempo «a los foros esos». Que ahí nadie tenía ni puta idea de nada, y el que algo sabía, poco duraba.

En fin, yo, ya bastante saturado, le dije que tampoco conocía a Frasco, que nunca me había hecho ningún trabajo, pero que muchos de sus vídeos me habían hecho un apaño. Por lo poco que sé, creo que es un tipo con poco que esconder y que, como muchos foreros han expresado, hace un buen trabajo como artesano, que, como decíamos al principio de este artículo, debiera ser el objetivo de la lutería.

Pero no, amigos, algunos lutieres parecen haber sido elegidos por dios para traer a la tierra instrumentos celestiales. Nadie puede ser lutier en la tierra de los elegidos y, aquel que se atreva, será vilipendiado hasta la muerte.

Qué aburrimiento, de verdad.

Unos me llaman Keyser, otros Soze.
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